martes, 19 de febrero de 2008

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-Fallaste-me dijo
-Lo sé- respondí
-Fallaste, fallaste, estúpido.
-¿Estúpido?
-Estúpido.

Cerré los ojos y respiré para tranquilizarme. Los perros ladraban. Las mujeres hablaban. Y yo me repetía lo que ella me dijo.
-Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido.

Creo que realmente tenía razón, no tiene ningún sentido hablar conmigo. Quiero descargar mis adentros sobre la voluntad divina, pero es imposible, no existe tal.
Busco con quién molestarme para culparle. No puedo reírme de mí mismo, ya no soy gracioso, ya no soy el de días atrás.

-Gracias- dije
-¿Por qué? -dijo
-Por llamarme estúpido.

Me sonrió, dijo lo que sentía por mí y me besó sin tocarme. Se agachó y se fue, con la misma expresión de siempre, la azul.

lunes, 11 de febrero de 2008

Amárrame algo

Hay distintas cosas que el hombre y mujer cotidianos que se encuentran en un estado de interdicción como el mío, -estado en el que me excedo de líquidos y me privo de sólidos, al punto de alimentarme de nada- deben tener amarrados a su espalda y sus manos:




Nunca olviden encadenarse a un colchón, suele representarme un problema dormir menos de 45 minutos -de los que paso 30 soñando que soy otra cosa- por cada 24 horas que existo, y además exigirme estudiar, escribir y soportar miradas de nadie por mi ventana, se vuelve pesado. Después sufrir lidiando con esa tecnología que a veces se empeña en hacerme partícipe de la dependencia general hacia ella. Con un colchón encadenado a mi espalda, no sólo tengo la ventaja de ejercitarme un poco al andar, sino que en cualquier oportunidad espontánea de sueño, (en el pasillo, en el terreno baldío) simplemente debo dejar llevarme por mis más bajas necesidades, tan hermosas y humanas, y dejarme caer en los brazos de cualquier tipo de dioses enigmáticos, morfeícos y cerdos que gustan de poseerme por mis horas de sueño.

Esta no tan enigmática situación, sino más bien toda la idea de amarrarse vino a mí por un recuerdo de mi infancia, creo que de la película warriors, donde el supongo protagonista, precisamente habla con una dama sobre su promiscuidad y le sugiere el amarrarse un colchón a la espalda con fines de facilitar la práctica de sus divertidas aficiones. De allí ahora que sugiero lo mismo, siempre es una buena oportunidad para divertirse, y no dejemos que las cloacas de nuestras metrópolis no se conviertan en un verdadero nido de amor, donde plácidos podrán ustedes gozar de una inolvidable y pasional experiencia, acompañados por ratas, cucarachas, arañas, cocodrilos, hombres lobo anfibios, pseudo robots raperos adictos a los rayos láser, y todo tipo de amigos y compañeros que, encontrando el complemento indicado, se podrán unir a ustedes y multiplicar su diversión. Ahora haré un depravado servicio social, que realmente cae en lo corriente, lo vulgar, lo bajo y lo despreciable, pero que finalmente a mis oídos -repito, a mis oídos- llegaron las crónicas de las situaciones más bizarras y grotescas, donde incluso un pseudo robot dinosaurio adicto a los hombre lobos anfibios sería bienvenido, son protagonizadas siempre por un ser que no es animal, vegetal o mineral, sino más bien entre piedra y perro y que seguro ha perdido toda noción de las consecuencias que sus uniones de lo más íntimo con cualquier ser con aparente vida pueden traer, se arriesga a todo. ¿Pero quién será? Unas pistas para aquellos residentes de mi ciudad y gustosos de vivir en mi departamento por algunos fines de semana:

-No tienes un buen fraaaaancés!

-...

-Me caga tu fraaaaancés!

¡Sí! Adivinaron, es precisamente la discriminación musical, racial, intelectual, sexual, animal, por edad, por longitud de cabello, por tener molares, caninos e incisivos, y casi lo peor, tener 150 de coeficiente intelectual -al menos ser lo suficientemente cínico para mentir con esas obsenas proporciones- y aún así no darse cuenta de la total falta de talentos. Sí, me perdí en tanta descripción, pero es el blanco perfecto para esa discriminación y cualquier otra que su floreada imaginación pueda concebir. ¿El blanco perfecto? Corrijo, el -¿la?- negro(a) perfecto(a). No podemos olvidar que eso sigue siendo un acertijo bastante complicado.

Y sí:

-¡Ja ja ja ja!

-Eres un inconsciente, ofendes a la gente con todo lo que dices- me dijeron

-¡Ja! :D - Respondí

-Hasta que te maten a ti y a todos esos canallas que comparten tus malditas y estúpidas ideas.

-Finalmente divertidas. Es inevitable portarme así. Lo siento, pero no fui yo quien se atrevió a concebir algo así, no fui yo el descarado que se atrevió a reproducirse a pesar de pertenecer a los más bajos niveles evolutivos.

-Todos somos iguales, imbécil. Pobresillos, déjalos en paz.

-Todos, excepto... ELLOS! AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!



Y hay que ponerle espacio a las risas, debo agradecer muchísimo esos y otros momentos que ahora exagero con los imbéciles y los estúpidos que incluí allí.

Y bien, la pregunta sigue... ¿Quién será?

martes, 5 de febrero de 2008

Maldito ojo

Hoy he vuelto desde Zac a Monterrey en un camión con aire acondicionado, que para mi sorpresa, no me tuvo con mucho frío. Al contrario, en el camino tuve mucho calor y mi ojo nuevo me dolía, no se acostumbra a su nuevo cuerpo. Para conmemorar mi regreso a Monterrey con el ojo en su lugar y no en mi fosa nasal, trataré de escribir algo sobre mi maldito ojo, ese derecho que duele. Acompañado por roberto el muerto viviente. Es una sensación rara anunciar que escribiré algo... Bueno, espero que no surga igualmente rara la composición o palabras hechas (con h) bola a continuación:


Sí, sí, sí. Sentí el ritmo por mis músculos y quise moverme con gracia. Lo intenté e intenté y simplemente obtuve carcajadas contenidas en muecas ridículas. Reí un poco también, no quise parecer tan fuera de lugar.
-Enséñame a bailar por favor. -dije
-Claro. Pero debes tener en cuenta que tus lecciones de baile tendrán un costo.-Respondió
-¿Cuál es el costo? Pagaré lo que sea necesario.
-¿Estás seguro?
-Sí.
-Tendrás que darme tu ojo derecho a cambio.
-De acuerdo.

Sus manos tomaron las mías y me guiaron a través de la música. Mis pies parecían no pertenecerme, cobraron vida propia y brincaban, atrás, adelante. Tenía gracia.
La canción terminó. Yo sabía bailar. YO bailé bien.

-El ojo-dijo
-No te lo daré.-respondí
-Dame el ojo o lo tomaré yo misma.
-Está bien.

Tomé el tenedor. Tuve miedo. Bebí un gran trago.

-No puedo, conservaré mi ojo. Ya no quiero saber bailar-dije
-Debes respetar el trato. Dame el maldito ojo.-respondió

Tomé el tenedor por segunda vez. Dí un trago mucho más grande.

-Ayúdame- Le supliqué.
-Claro.

Cerré el ojo izquierdo. Di un trago aún mayor, bebi por muchos segundos sin detenerme. La botella se terminó. Ella tomó el tenedor y lo aproximó a mi ojo lentamente, brillaba arrogante para arrebatarme mi vista de 180 grados, casi sentí cómo penetraba lentamente y sus líquidos brotaban en pequeños chorros. Me sentí muy mareado. Vomité sobre ella y caí, me golpeé la cabeza con el piso y me desmayé.
Desperté. Noté que aún tengo mi ojo derecho, y el izquierdo también. El cerebro se me encogió, la boca se me secó.